El palomar es una construcción típica de los pueblos castellanos. La baja producción
que el hombre obtiene actualmente de ellos, los ha llevado al progresivo abandono
que a provocado en muchos casos su destrucción. Muchos palomares están medio derruidos ante la falta de atención, de uso y de dinero para su restauración, a pesar de las subvenciones para mantenerlos en pie.
Esos
gigantes de tapial o adobe, aislados en el medio de la estepa
como si fueran vigías del paso de las aves y del lento crecimiento
del cereal, prestan sus oquedades o nidales, que
sirven a más aves que la paloma para situar
sus nidos en un lugar
donde la ausencia de árboles, construcciones
y accidentes del
terreno, impiden en ocasiones a las aves anidar en otro lugar.
Entre las especies
que nidifican en los palomares cabe destacar el cernícalo
primilla, que cada año viene de África a esta estepa para anidar
en numerosas
colonias que en muchas ocasiones se sitúan sobre grupos
de palomares.
En la ZEPA de Villafáfila se ha intentado,
por medio de un proyecto LIFE de la U. E. (Unión Europea), conservar el
hábitat del cernícalo primilla. Este Proyecto LIFE va ligado estrechamente a los palomares, ya que son básicos para que aniden
los cernícalos, y por eso se han concedido ayudas para recuperar
palomares que de otro modo habrían desaparecido.
Dos provechos han tenido los palomares tradicionalmente: por un lado, la cría del pichón, y por otro, la palomina, uno de los mejores abonos conocidos. En cuanto al pichón, resaltar que es un plato típico de esta zona.
Se puede decir que no hay dos palomares iguales. Los hay circulares, cuadrados, rectangulares, como chozos africanos o pagodas orientales, blancos, ocres, rojizos... Por mucho que se parezcan, cada cual tiene algo que le diferencia del otro.
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